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Julio Iglesias hizo suspirar en Chile en una otoñal noche
14 de Abril de 2012
EFE
 

El cantante Julio Iglesias, uno de los diez mayores vendedores de discos en la historia de la música mundial, hizo suspirar hoy en Chile a unos diez mil fanáticos que corearon y aplaudieron sus canciones en una otoñal y helada noche santiaguina.

Inició su presentación con un arreglo especial de la canción Nathalie, que incluso confundió a sus incondicionales que les costó identificar la letra debido al cambio de algunos de sus acordes en la melodía.

Iglesias, un viejo conocido de estas tierras, cambió de inmediato el ritmo por un corralito colombiano. La rima contagiosa de “La gota fría” hizo mover los pies de las miles de personas que habían llegado al recinto situado en el Parque o’Higgins, situado a unas diez manzanas del Palacio de La Moneda, sede del Ejecutivo.
Ya con el público en el bolsillo, el cantante de habla hispana con más éxito comercial de todos los tiempos, se sentó en una banqueta, saludó y comenzó a bromear con el público.

“Corrientes tres cuatro ocho, segundo piso, ascensor/Y todo a media luz, que es un brujo el amor…”. Bastaron esos versos y los compases del tango “A media luz”, para que el público comenzara a corearla, mientras una pareja bailaba cadenciosamente en el escenario.

Una de sus mejores canciones logradas como fue “Manuela” fue coreada y cantada por sus adeptos, después de haber interpretado la versión en inglés de “Crazy”.

Los más grandes aplausos los recibió el artista cuando reveló que sus cinco hijos que tiene con su segunda mujer Miranda, han sido criados por dos nanas chilenas.

El artista aprovechó esta situación para hilvanar con una canción dedicada a una de sus hijas “De niña a mujer”, tema que en 1982 rompió en Japón la marca de vender en seis meses un millón doscientas mil copias y posteriormente otra gran canción: “El amor”.

Posteriormente brindó al público el gran éxito de George Harrison, “My Sweet Lord”, al que siguió un tema de su autoría “La carretera” para rematar con la guaracha “Me siento de aquí”.

Volvió a la carga con otra batería de sus canciones como “Abrázame” y “Hey”, ésta última que en 1980 fue nominada para un Grammy Award en la categoría de Álbum Pop Latin, y del que se vendieron unas 20 millones de copias en todo el mundo, y “Me va, me va”.

Iglesias, que en 1977 batió la marca de asistencia en Chile, donde más de 100.000 personas asistieron a su concierto en el Estadio Nacional, en lo que se ha considerado como el mayor acontecimiento musical de la historia de América Latina, dijo casi al término hoy de su presentación: “a este pueblo le debo mucho, gracias por quererme tanto, ya no sé si voy a volver a Chile”.

Como corolario a su actuación, el artista interpretó “La vida sigue igual”, prácticamente no se le escuchó, ya que el aforo del recinto capitalino fue una sola voz para corear la letra con la que seguramente muchos de los matrimonios que se encontraban presentes, se enamoraron.

Finalizó su gran actuación cantando en español “A mi manera”. La gente le despidió de pie con un aplauso que se prolongó por varios minutos, que obligó al artista a regresar en dos oportunidades al escenario, aunque no volvió a cantar. Habían pasado casi dos horas.
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Julio Iglesias, el artista hispano más vendido de la historia (300 millones de copias)
3 de Julio de 2012
Por: Ima Sanchís, La Vanguardia
 
Feliz y cercano, le gusta bromear con las cosas serias de la vida. Lo hace desde la terraza del Kempinski, en Praga. Más de 500 conciertos y 2.600 discos de platino y oro no le impiden aferrarse a lo bueno: "Los premios son literatura. Lo que estimula mi vida es organizarme las giras a mi gusto. Ser libre". Sus cinco hijos pequeños le acompañan, están escolarizados en casa. "Hoy tengo una vida familiar fuerte y bella". Cada treinta segundos suena una canción suya en cualquier rincón del planeta. "Lo bueno del éxito -dice- es tenerlo, y lo malo, perderlo". Más allá de la leyenda le define la voluntad: "He controlado mi mente a través de mi cuerpo: disciplina". El 4 y el 26 de julio actuará en el Liceu de Barcelona.

¿Habrá otra vida?
¡Ojalá! A mí lo que me da mucha pena es que sea tan corta, así que procuro alargarla.

¿Y cómo lo hace?
A base de disciplina: me cuido. La gente que cumple años es la que se abandona.

Si pudiera, ¿qué errores corregiría?
Me aproveché poco de mis padres, tenía que haber sido más generoso con ellos. De jóvenes somos despiadados: llamadas cortas, espaciadas, poca comunicación..., ahora ya es tarde.

¿Qué ha sido lo importante?
Mi gran compromiso arranca cuando tuve el accidente de coche, a los 20 años. Cuando uno comienza a volar, me pasé un año postrado y tres de recuperación. Tuve una paraplejia absoluta, estuve sometido a sondaje durante cuatro o cinco meses en una época en la que los tubos eran casi de cobre.

¿Qué recuerda?
Estaba boca abajo, no podía hablar, así que preguntaba a mis padres a través de los ojos si me iba a morir. Como sus ojos estaban llenos de angustia, pensaba que era el fin.

¿Qué aprendió?
Tuve que aprender de nuevo todos los movimientos, ser consciente de las órdenes que daba mi cerebro al dedo gordo del pie, así que aprendí a ejercitar la voluntad y la disciplina hasta el límite. Creo que eso es la vida.

¿Se levantó de esa cama siendo una persona nueva?
La vida se convirtió en un premio, ya no era gratis; y también la suerte llamó a mi puerta. Hay gente que nace para ajedrecista pero nunca se ha puesto ante un tablero.

¿Las circunstancias mandan?
Sí, a mí la vida me dio la posibilidad de ser un cantante malo, pero cantante. Un anestesista amigo de mi padre me regaló una vieja guitarra y me entretenía aprendiendo a tocar y componiendo canciones muy sencillas que cantaba a mis padres, a los que les parecían maravillosas, y yo me lo creía.

Eso tiene más delito.
Me fui a Londres a quitarme los complejos. Durante años estuve acomplejado, no me gustaba que me vieran caminando con dos bastones; y seguí tocando en los pubs como divertimento. Mi única preocupación entonces era recuperarme de la angustia.

Pues pasó de la angustia al éxito.
Nunca canté para triunfar, pero un día me escuché en la radio y me puse a buscar otras emisoras para ver si también sonaba.

Vanidad de vanidades.
El éxito es un regalo de la vida inmenso; hay gente que dice que le gustaría poder pasar desapercibida, pero al tercer día de anonimato ya no le gusta tanto la idea. A mí los focos me han dado muchas oportunidades. Ahora estoy aquí, sentado viendo las bellísimas torres de Praga, mañana en Budapest...

¿No es agotador?
Es agitador, hace que la sangre circule desde el corazón a cualquier parte de tu cuerpo a una velocidad diferente. Yo lo que quiero es que me dejen cantar hasta la muerte.

¿Qué ha sido lo difícil?
Andar, porque tengo afectado el equilibrio. Para poner el pie en la vida cada mañana debo pensar en no caerme. Y después convertirme primero en cantante y luego en artista. Y convencer a tanta gente.

¿Es falsa modestia?
Voluntad, perseverancia y disciplina me han traído hasta aquí, pero no lo escogí, nadie escoge nada en la vida.

¿Qué ha entendido del ser humano?
Todos lloramos igual, reímos igual, sentimos igual, nos morimos igual, pero por desgracia unos con muchos privilegios y otros sin ninguno. Nacer es lo más bello que existe y también lo más injusto.

Depende de dónde te toque, entiendo.
Tengo casi 70 años, he bebido vinos muy añejos y he tenido conversaciones muy largas, pero he sido muy dado a la superficialidad. Sobrevivir a tantas tonterías dichas tiene mucho mérito.

¿A qué teme?
A la muerte, y como no puedo comprar tiempo lo que hago es ganarlo con reflexiones más intensas, con miradas más generosas, sin juzgar nunca más, diciendo más síes que noes, sacudiéndome antiguos radicalismos, entendiendo más a los otros y comunicando más con menos.

Eso ha sido profundo.
Mi gran teoría es que uno nace sin destino pero con una circunstancia, lo que hagas de ella es cosa tuya; hay quien con lo mínimo llega al máximo, y quien con todos los recursos llega al mínimo.

¿Qué le ha decepcionado?
Nada, sería injusto que habiendo ganado batallas como la de volver a nacer estuviera decepcionado; pero hay millones que sí tienen derecho a estarlo y a protestar.

¿Qué hace por los demás?
He colaborado 21 años con Unicef, he recorrido campamentos de refugiados por medio mundo, en un coche, con aire acondicionado, viendo niños desnutridos, y he querido parar pero no ha podido ser. Luego, al cabo de cuatro días, empiezas a despreocuparte.

Me sorprende su sinceridad.
Si tuviéramos todos mayor conciencia, no nos gastaríamos el dinero en porquerías, sino en alimentar al que se muere de hambre.

¿Cómo se conquista a una mujer?
Aprendiendo de ella.

Pues ha aprendido usted un montón.

Yo no he estado con muchas mujeres, sino que he tenido muchos amores.
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