Julio Iglesias se desempolvó ayer la morriña galaica con una sabrosa cena en O Grove, donde pudo hacer honor a su condición de cabaleiro do albariño que le obliga a defender los caldos de las Rías Baixas allá por donde vaya. Y como los echaba de menos, nada más aterrizar en A Toxa se fue al restaurante D'Berto, una referencia en mariscos y pescados, del brazo de su buen amigo el periodista Fernando Ónega, donde pudo degustar los productos de la tierra regados con el vino al que le prometió fidelidad hace dos décadas, cuando el Gran Mestre Manuel Fraga lo nombró cabaleiro de la orden del Capítulo Serenísimo.
Pasadas las nueve de la noche llegó a D'Berto y saludó a diestro y siniestro con una generosa sonrisa y los brazos abiertos. Cuando se le preguntó qué tal encontraba la tierra por la que tiene tanta morriña y tanta saudade, dijo: «¡Galicia, de maravilla!». Tras un efusivo abrazo con Ónega, a quien llevaba un año sin ver, entró en el comedor para compartir mesa con el periodista y con el empresario Fernández Tapias y su mujer. Ónega dijo que lo había encontrado «joven, con buen color y elegante». De entrada, Berto Domínguez, el anfitrión, les propuso unas quisquillas y un poco de empanada. «Despois non sei o que virá», admitió Ónega mientras Julio Iglesias hablaba, cómo no, de vinos.
El cantante latino siempre quiso actuar en Cambados. Por eso cuando la organización lo llamó para la sesenta edición de la Festa do Albariño, dijo que sí al momento. Y así, esta noche, el Canto a Galicia sonará sobre las centenarias piedras de la plaza de Fefiñáns, si el tiempo lo permite.
Y a pesar de que el concierto es de pago, había ganas de Julio. Se vendieron unas cinco mil entradas, y a última hora hubo que añadir más sillas porque, aunque eran las más caras, sus fans querían escucharlo sentados.
El alcalde de Cambados, Luis Aragunde, tenía ayer la esperanza de poderse tomar un vino con el cantante hoy al mediodía, en la inauguración de la fiesta en el Paseo da Calzada. Pero la hora bruja será a las diez de la noche, siempre que la lluvia no tenga entrada.